viernes, 29 de mayo de 2015

RECUERDO LA CALMA


Recuerdo la calma.

Me he jurado mil veces que no volveré a ti,
que nuestros caminos jamás volverán a cruzarse,
y que tus labios ya no encajan con los míos,
como lo hacían en aquellas noches que se tornaban eternas.

Pero recuerdo la calma...

Suspiro más de lo que respiro,
y mis versos tienen el sabor de una despedida.

Mi aliento se ha vuelto frío,
y mis manos...
ellas ya no saben dónde posarse
desde que tu cuerpo
se escapó por esa puerta,
dejándolas huérfanas,
secas,
olvidadas...

Mas recuerdo la calma...

Esa calma que me transmitía tu sola presencia,
que me envolvía al recordar tu sonrisa,
o me hacía invencible
cuando nuestros cuerpos se enredaban entre sábanas
que, si llegaran a hablar,
revelarían tanto...

Esa calma,
que juré mil veces no sentir,
que me negué ante el espejo,
y me sigo negando,
pues lo nuestro,
lo que era nuestro,
ya es tan sólo mio...

Ya no estás,
ni quiero que estés, por cierto,
pues no te extraño.

No extraño tus ojos,
tus caricias,
tus cosquillas
ni tu espalda reclamando besos.

No extraño tu pelo,
siempre enmarañado,
ni tu puta sonrisa, joder...

No te extraño
porque no quiero extrañarte.
Mas, al momento,
te recuerdo...

No te olvido,
quiero decir,
que no te extraño...

Pero recuerdo la calma...
Y de nuevo la tempestad...

La lluvia de mi cuerpo
interrumpida por el calor de un secreto.

De nuevo tú,
y tú,
y otra vez tú.

Recuerdo la calma

y

no te olvido...

Quiero decir...


Que no quiero extrañarte...


M. L.