Camino por la calle bajo la lluvia sin pensar en nada, mojándome sin ni siquiera darme cuenta, sin reparar en que, por mucho que corra, unos pasos más alante, sigue lloviendo... incierta paradoja.
La gente se cubre con enormes paraguas, los bares recogen sus terrazas, los niños lucen llamativos chubasqueros mientras sus padres les prohíben algo tan divertido como ir pisotendo cada charco que se encuentran a su paso... La ciudad se sume en un manto de oscuridad, tristeza y humedad, cambiando rutinas, rostros, e incluso carácter, tan sólo porque llueve...
Sin duda alguna, el hecho de que el cielo nos observe con semejante crueldad nos hace sentirnos vulnerables, débiles, e incluso infelices. ¿Cómo sonreír si nos cubre una capa de agua, negrura y tempestad?... Ni siquiera el viento se lleva nuestras peores pesadillas, ni siquiera el frío congela nuestros pensamientos, librando nuestra cabeza de inoportunidades... Ni siquiera eso.
Pero es sólo agua... Sólo una bajada de temperaturas, un prólogo al invierno, un preludio al verdadero frío, a la verdadera época gris del año... Tan sólo llueve, dentro y fuera de nuestros corazones... del cielo caen gotas, y de nuestros labios se escapan suspiros de desilusión, de cansancio, de tristeza...
Pero a día de hoy tan sólo se me ocurre una frase infinitamente cierta y apropiada:
Sabiendo que el sol se esconde en alguna parte sólo nos queda pensar que "no llueve eternamente"...
Escrito el 9 de Noviembre de 2010
M.L.